¿Vergüenza? ¡Ah, no! Yo sueño con el día en que la industria de la audición deje de usar las palabras “discretos” y “invisibles”. Pero vayamos a lo que importa.
Todo ser humano que vive en el planeta Tierra es manipulado por la publicidad.
No por nada crecemos creyendo en el Omega 3 de los productos procesados y en las vitaminas y sales minerales de los refrescos. Mi generación creció pensando que tener cualquier tipo de deficiencia era una vergüenza, yo incluida. Gran parte de mi adolescencia la pasé sudando ríos de miedo de que alguien descubriera que era sorda.
Ridículo.
Aunque me encanta el marketing y leo todo lo que puedo sobre el tema, sé que no se trata de una batalla de productos.
El marketing es una batalla de percepciones. Si la industria percibe cierta vergüenza en los consumidores, no hará nada para acabar con ella.
Al contrario, los esfuerzos estarán concentrados en aumentar esa vergüenza aún más para, de esta manera, impulsar las ventas. Recuerda que tenemos unas veinte marcas de aparatos en el mundo, los básicos de todas ellas hacen básicamente lo mismo, como los intermedios y los top.
Pido disculpas, pero no soporto la palabra TOP. ¿Te has detenido a pensar en cómo ves cada marca? ¿Por qué crees que A, B o C es la mejor? ¿Basado en qué piensas eso? Una mezcla de manipulación de publicidad con opiniones de otros usuarios y tu propia opinión. Todos recibimos la influencia, no hay cómo escapar.
El aparato más caro
Pueden hacerte creer que ne-ce-si-tas ese aparato más caro, con más canales, que manda mensajes, traduce del latín, dice que eres delgada, ayuda a oír y es super discreto. Tendrás suerte si caes en manos de un profesional ético que te muestre aquello que realmente va a ayudarte y que tú puedes pagar.
Si tienes condiciones económicas para adquirir el mejor, ¡buenísimo! Porque endeudar a una familia para su propia ganancia debería tener como pena una línea recta derecho al infierno.
Después la gente no entiende por qué digo que hay que estudiar e informarse antes de cerrar una compra o elegir la marca de aparatos e implante coclear. No me preguntes cuál es la mejor, la que debes comprar o lo que a mí me parece: quien debe buscar y descubrir la mejor eres tú. Claro, buscar da trabajo.
Una sorda que oye
Debo mucho a la industria de la audición, gracias a ella soy una sorda-oyente. Pero creo que esa industria nos debe mucho a nosotros también. Nos debe eso que personas como yo y tantas otras tratan incansablemente de hacer: transformar el peso de la sordera en algo liviano.
Y creo que eso es absolutamente factible, si los departamentos de marketing abren los ojos con respecto a nosotros, las personas que usan sus productos. Solo que debe acelerarse ese proceso, porque aún en 2016 las campañas y las inversiones se hacen con el objetivo de eternizar la vergüenza. Eso no puede ser.
Yo creo que las empresas tienen una responsabilidad social.
No acepto ese blablablá que tratan de hacerme tragar: “Pero Paula, ¡es la gente la que nos pide eso! ¡La gente es la que tiene vergüenza y quiere discreción!”.
Nadie sale a comprar una silla de ruedas transparente ni un bastón incoloro. ¿Por qué no inspirarse en la industria de la visión que hace las gafas más increíbles, coloridas y llamativas ever? Son astutos los que hicieron que la gente quisiera exhibir sus productos, querer uno de cada color, uno de cada modelo. Y usted vendiendo aparato auditivo beige…
Amigos, en serio.
¿Pueden imaginar la colección de emails que guardo de sordos que me agradecen por haberlos liberado de la prisión mental de la vergüenza de usar aparatos auditivos o implante coclear?
Son cientos de e-mails. Y para mí es la prueba cabal de la responsabilidad que las marcas tienen con nosotros.
Sé que soy conocida como la pesada insistente, como la antidiscreción, como la loca que quiere darle glamour al uso de las prótesis auditivas. Y así es.
Soy así porque quiero sentirme orgullosa de esta industria en un nivel profundo. Quiero ver una propaganda de aparatos o implante coclear y decir “Guau…” y no “¡Qué horror!”. Quiero llegar a un stand de las marcas en los congresos y pensar “qué gente innovadora”, “qué campaña original”, “qué idea increíble”, “ese aparato parece una joya”.
Piensen en las tiendas/personas/marcas cuyo público son los sordos. Ahora piensen en la sala de espera con un televisor sin subtítulos. En un teléfono de contacto en vez de email. En un whatsapp inexistente. En una modalidad de prueba olímpica llamada “descubrir el valor de un aparato auditivo”. En una modalidad paraolímpica que sea la de conseguir el mejor descuento en un accesorio peregrinando por toda la ciudad.
No digan que miento porque hace algunas semanas pedí una recomendación en la página de Facebook del blog sobre un aparato bueno y barato para la pérdida profunda y todas las respuestas que recibí eran “escríbeme inbox”.
En tierra de printscreen quien pide un inbox está equivocándose, querido. Discúlpenme.
Me fui del tema central, perdón. Voy a seguir insistiendo en que la industria tiene que acabar con la estupidez de vender la vergüenza a precio de oro.
Yo quiero comprar orgullo, no vergüenza. Y a un precio honesto. Después de todo, querer esconder algo que cuesta R$5.000, R$10.000, R$25.000 me parece una locura atómica. Imaginen pagar R$100.000 por un automóvil casi invisible. ¿Qué?
Las empresas tienen una responsabilidad social.
Quiero entrar en una tienda de aparatos auditivos (y también en la página web) y ver opciones coloridas, ver estampados, leopardo, cebra, flores, estrellas, nubes, animales, personajes de dibujitos animados. Quiero de regalo un kit de autoadhesivos, no una cajita de sílice.
Quiero que la fonoaudióloga me diga que estoy hermosa con mi implante psicodélico, no que es tan discreto que nadie se va a dar cuenta. Hoy mismo, cuando almorzábamos en un restaurante, mi marido me dijo: “¡Tienes que ver la cara que las personas ponen cuando ven tus implantes llenos de piedritas de colores!”
Me pongo a saltar de felicidad por dentro. Ese es el sentimiento que quiero causar en los demás: curiosidad por lo diferente. Porque después eso se transforma en aceptación. Y después eso se propaga de una forma tan bonita que puede sentirse una emoción en el pecho.
Una vez pasó algo que tuvo un enorme significado para mí. Una paciente de SONORA que tenía un pedido de IC, fue a conversar conmigo.
Y me hizo el siguiente comentario: “Pero eso es enorme, yo soy muy vanidosa, no quiero que nadie me vea con esa cosa feota. Yo le respondí: “Esto me hace oír. Y si fuera diez veces más grande, aún así lo usaría”. Meses después, con el implante y oyendo bien, tira: ¡me corté el pelo muy cortito porque ahora quiero que todo el mundo vea mi implante y venga a hablar conmigo sobre él!” Se me cayó una lagrimita en ese momento…
Tú no eres solamente sordo.
Eres también un consumidor, sostienes la industria de la audición, incluso cuando te dan los aparatos auditivos en el sistema público, porque ellos compran los aparatos con el dinero que pagamos a través de los impuestos todos los días. Nada es gratuito.
Y tú también tienes una responsabilidad.
Cuando oyes que algo es invisible y discreto, deberías reírte como un loco. Y luego preguntar: “¿Por qué compraría algo así?”. Porque eso es cosa de quien se avergüenza de sí mismo, y la deficiencia auditiva no es deficiencia de personalidad. ¿Todo el mundo está saliendo del clóset y tú comprando un armario millonario en 12 cuotas sin interés para meterte dentro? ¿Te parece?
Aparatos auditivos e implantes cocleares: ¡muéstralos!
Exhíbelos. Son caros, son poderosos, te hacen oír, te dan autoconfianza, te dan acceso al mundo de los sonidos. Mostrarlos mata la estigmatización, acaba con el prejuicio, y también inspira a las personas a buscar rehabilitación y tener una vida mil veces mejor.
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